A veces es complicado comprender la publicidad debido al gran número de disciplinas diferentes que la influencian. Hoy, nos preguntamos: ¿Dónde empieza el arte y dónde acaba la publicidad? ¿Es la publicidad una forma de creación artística? ¿Se puede considerar publicidad al arte?
El arte como publicidad creativa
Lo que está claro es que la combinación de ambas permite que se dé una simbiosis de valores beneficiosa para los atributos del producto o marca que se pretende vender. Lo hemos observado durante varias décadas en marcas que han hecho colaboraciones con artistas de todo el planeta. Un ejemplo claro es Absolut, exitosa marca de vodka que innegablemente debe su reconocimiento, en parte, al primer anuncio diseñado por Andy Warhol, al que le siguieron Keith Haring, Damien Hirst, Kenny Scharf e incluso el español Oscar Mariné.
Otro ejemplo es Lego, que también ha creado algunas de sus campañas más notorias a partir de obras artísticas reconocidas, como ‘Lunch Atop a Skyscraper‘ de Charles Ebbets o los universos imposibles de Maurits Cornelis Escher.
Por otro lado, también hemos podido ver cómo los artistas han usado la publicidad para generar obra. Un buen ejemplo de ello es Richard Prince, que en 1989 intervino una publicidad de Marlboro que acabaría después en el Museo Metropolitano de Nueva York.
La función del artista como comunicador
En aquel entonces, Richard Prince, que trabajaba como redactor en el New York Times, defendió que la obra reflejaba la esencia del estereotipo de hombre americano que inspiraba a una generación: el cowboy galopando en una llanura bajo un cielo azul celeste como analogía de la esencia varonil, la libertad y las pasiones que motivan al hombre.
En nuestra opinión, esta visión del autor, que no se libró de polémica, es inconclusa. El hecho de que esta obra, originada en una publicidad, se exponga en un museo, nos muestra que las barreras entre la publicidad y el arte en la sociedad contemporánea son completamente líquidas. Hace 200 años no se nos hubiese pasado por la cabeza que alguien expusiera un cuadro de una marca de tabaco en un museo, pero hoy en día lo vemos como algo normal. Cada vez más vemos que el mercado no entiende de disciplinas, es más, hoy se retroalimentan más que nunca.
“Cowboy” de Richard Prince se vendió por un valor de 1.2 millones de dólares, rompiendo el récord de la pieza fotográfica más costosa del arte contemporáneo. ¿Y tú qué opinas? ¿Crees que esto es una nueva forma de hacer marketing o, por el contrario, una nueva manera de hacer arte?